En una ocasión mi hermana me dio una cuchilla de afeitar y me preguntó que para qué servía, de algún modo u otro llegamos o llegó ella a la conclusión de que eso cortaba o al menos eso debería, por lo que a mi hermana se le ocurrió probarla para verificar esa conclusión. Naturalmente, la que tenía que comprobar la eficacia de esa cuchilla era yo. Cogí la cuchilla y corté en mi mano, cerrando el puño. Miré a mi hermana a los ojos y le dije:"mira, no pasa nada." Mi hermana tenía la cara pálida por momentos y con cara de susto y apenas sin voz articuló:"¿pe-pe-pero no te ha dolido?" Contesté que no y pregunté que porqué tenía que doler, ella señaló mi mano. Miré. Todo lleno de sangre. Me puse histérica. Teníamos siete y cinco años.
En otra ocasión mi hermana y yo estábamos en nuestra habitación de la casa de la playa jugando al disco volador, conocido como Frisbee, a la hora de la siesta. Mi hermana estaba al lado de la puerta y yo al otro extremo del cuarto, delante de la puerta que daba a una pequeña terraza. Una de las veces que ella me lanzó el disco, como era de esperar, salió volando por la terraza y cayó afuera. Yo vi fácil solución: salir por la puerta, bajar las cuatro escaleras, coger el disco y entrar otra vez. Pero mi hermana dijo que no. Que si salíamos por la puerta, se despertarían los abuelos y nos reñirían por no estar echándonos la siesta. Entonces sugirió salir por la terraza. "Sal por la terraza que así los abuelos no se enteran y no nos dicen nada. Mira ahí hay una enredadera...puedes bajar trepando." Decidida fui a la terraza y pregunté a mi hermana que si aguantaría mi peso para asegurarme, me dijo que sí. estaba de pie en el borde de la terraza agarrando la enredadera dispuesta a agarrarme con los pies a ella. Y como era de esperar la enredadera no aguantó mi peso. Cada vez me despegaba más de la pared hasta aterrizar de espaldas en el suelo.
Evidentemente nos riñeron mucho más que si hubiéramos salido por la puerta, pero ¡cogí el Frisbee!
Hay gente que merece la pena. Otros sencillamente te acompañan en una etapa de tu vida, dejan o no su huella, y desparecen.
Son pocas las personas que he conocido a lo largo de mi joven y corta vida que realmente merezcan la pena.
Una de esas personas es mi hermana.
La persona que más me ha llegado a putear a lo largo de 22 años (más que nada por que solo dos de 22 años hemos estado separadas y sencillamente ha tenido más oportunidades de hacerlo).
La persona que me ha sacado de cada lío.
La que más vilmente me ha engañado, la que más se ha aprovechado de mí, la que me pide mil favores y no los devuelve (solo rara vez lo ha hecho).
La que me pide que vaya a buscarla al aeropuerto para no tener que venir sola hasta casa en el bus.
Ha sido una persona cruel conmigo.
Siempre me han comparado con ella y la odiaba por eso. Me sentía rechazada por que mi hermana era la que sacaba las notas brillantes, la que sabía pintar, la que se expresaba mejor.
Pero todo esto se lo perdono.
Sencillamente por que es mi hermana.
Es mi mejor amiga y mi mayor enemigo.
Es mi apoyo, mi hombro en el que llorar, mi oreja a la que hablar.
La única persona que me quiere incondicionalmente.
Es el otro lado del muro para enfrentarnos a nuestros padres.
Mi refugio cuando me siento sola.
La única persona con la que quiero pasar el resto de mi vida.
La que me lleva de fiesta para que aprenda qué música es la buena.
La que me ayuda con los trabajos para el colegio/universidad.
La que depende de mí y me gusta ese hecho.
La persona que más quiero en este mundo.
Ella es la única personas que no quiero que muera. Nunca.
Es la única persona cuya muerte exigiría mi muerte instantáneamente.
Es la única constante de mi vida.
Es la única en la que realmente puedo confiar.
La única persona que me quiere incondicionalmente.
Todo eso es una hermana y lo demás son tonterías.
Algunas de estas historias son verdades como puños, otras son mentiras, mentiras grandes, como una casa.
jueves, junio 10, 2010
lunes, junio 07, 2010
Al Alba
Empiezas con una simple mirada.
Una mirada de deseo. Delatadora.
Sabes perfectamente lo que quiero y cuando lo quiero.
Sin necesidad alguna de pronunciar una sola palabra.
Por como te cojo la mano...
Por como te miro...
Simplemente lo sabes.
Como si mi frente fuese una pantalla en la que aparecen escritos mis deseos.
Me miras.
Me coges la mano.
Acaricias mi brazo.
Acaricias mi cuello, mi nuca, mi pelo.
Me besas la oreja.
Tus labios recorren mi cuello.
Tu lengua sobre mi piel.
Nuestros labios humedecidos se encuentran y nuestras lenguas se enredan.
Tus besos derritiéndose en mi lengua.
Mientras nuestros cuerpos impiden el paso de una sola gota de aire.
Te quito la ropa.
Toco tu cuerpo.
Lo beso, sin olvidar ni un sólo rincón.
Beso tu cuello, detrás de la oreja.
Noto tu respiración, pides más.
Te tumbo en la cama, encajamos nuestros cuerpos.
M.
Amor odio
El amor y el odio.
Dos antagonistas, polos opuestos, pero en mi corazón cuando a ti se refiere van de la mano.
Te quiero y al mismo tiempo te odio.
¿Por qué sencillamente no me puedes dar igual?
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